lunes, 11 de agosto de 2008

Una cosa peluda


9:30 a.m. Dando vueltas en el patio del gimnasio, esperando el inicio de la clase de full body. Con mi cabeza revoloteada (no despeinada), la mirada fijamente en mis pasos y tratando de organizar mis pensamientos de acuerdo a las circunstancias por las que pasaba por esos días.
Recuerdo muy bien, era un sábado 17 de mayo, cuando los trabajos y las prácticas me tenían loca y no había más espacio en mi cerebro que tratar de organizar la agenda de actividades. Me detuve a pensar en mi trabajo final de diseño, estaba parada de espalada a unos 6 metros de la puerta, cuando me empezaron a fluir las ideas, pero todo en mí se paralizó cuando de repente sentí que algo se acercaba de una manera tan fugaz.
Me di media vuelta, pero aún continuaba con la mirada fija en los zapatos, no sé que por lo que pasaba en esos momentos pero no podía levantar la cabeza para observar que era esa cosa que se acercaba. Cuando al fin reaccioné pude ver una bola de pelos que corría más que un auto de carrera directamente hacia mí (en este caso yo era la meta). Me quede estática, perpleja, con un miedo más grande que yo, de que esa gran masa peluda me pueda hacer algo. No me salía ni una sola palabra es más ni un “a”, tan solo miraba esos bellos ojos color caramelo y es como si esos 5 segundos de cruce de miradas hubiese durado toda la eternidad.
En esos instantes en los que crees que no hay más nada que hacer, inesperadamente reaccionas. Eso mismo me paso a mí, cuando este animal tenía sus dos patas delanteras ya casi sobre mi cuerpo, pude darme cuenta de que lo que quería era mi celular que estaba entre mis manos, lo único que atiné fue a levantarlas con tal fuerza que hasta este perro dio un tremendo salto y a mí un tremendo susto. ¡No olvidaré ese día!
Después de ese terrible episodio, nunca imaginé que debajo de esa gran melena blanca y esos filudos dientes se escondería un grandioso, dulce y bello animal. Que lo único que buscaba era jugar con todo aquel que se cruzara en su camino.
En el trecho a casa no pude dejar de pensar en como las personas nos dejamos llevar en las apariencias más que en los instintos, como hacen estas bellas criaturas.

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